El riesgo de disturbios relacionado con protestas antigubernamentales persistirá en las próximas semanas, a pesar de que el Parlamento iraquí eligió a un nuevo presidente, Abdul Lateef Rasheed, pasado el 13 de octubre. De igual manera, continuará la incertidumbre sobre la posición del influyente clérigo musulmán chiíta Muqtada al-Sadr ante los últimos acontecimientos políticos. A principios de octubre, el bando de al-Sadr indicó su intención de reanudar las protestas en Bagdad y las provincias del sur.
La designación de un candidato presidencial se había retrasado por falta de consenso entre el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), aliado de al-Sadr, y la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), alineada con el Marco de Coordinación Chiíta (MCC). Aunque la designación del presidente supone un avance en el proceso de formación de gobierno, la incertidumbre persistirá en torno a la evolución política en las próximas semanas. La inestabilidad proviene principalmente de la posición de al-Sadr sobre los últimos acontecimientos, que no ha aclarado públicamente. Los últimos meses han estado marcados por episodios de disturbios violentos en Bagdad y las provincias del sur, mientras Al Sadr presionaba por sus demandas. Entre ellas, la disolución del parlamento, la retirada de la candidatura de al-Sudani como primer ministro y la celebración de elecciones anticipadas, ninguna de las cuales se ha cumplido. El riesgo de disturbios persistirá en las próximas semanas en la capital, Bagdad, y en las provincias del sur. El 4 de octubre se informó de que los partidarios de al-Sadr planeaban reanudar las protestas. Aunque los disturbios generalizados no se han materializado desde entonces, demuestran la intención de al-Sadr de seguir utilizando las manifestaciones como herramienta para influir en la evolución política. La Zona Internacional de Bagdad (ZI) seguirá siendo el principal objetivo de los disturbios y los ataques con proyectiles.
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